COMPRENSIÓN O TOLERANCIA


Virtud que quiere entender al otro y lo respeta, sin crítica, desprecio ni condena. La comprensión percibe la conexión entre los gestos, palabras y actitudes de alguno, con su ser y su interioridad. El comprensivo acepta con paciencia los defectos y miserias del otro, porque conoce los motivos de su actuar o su historia particular. Juzga los actos humanos con amor y misericordia, sin renegar por ello de la verdad y la justicia. El reconocimiento de las propias debilidades incrementa la capacidad de comprender al otro.  
A la comprensión se opone la permisividad por exceso, y el rigorismo o fariseísmo por defecto. La permisividad relativiza toda ley universal por un supuesto respeto a las diferencias individuales. Propugna un dejar ser y hacer, nivelando toda jerarquía de valores. El rigorismo, en cambio, por una fijación en la norma o “lo que debe ser”, no ve a la persona concreta y la desprecia con dureza. 


REFRANES SOBRE LA COMPRENSIÓN O TOLERANCIA

"A cada cual, le duelen sus huesos."
Cada persona siente de forma más intensa sus propios problemas y dolores, ya que lo que le afecta directamente pesa más.

"Sólo el que carga el cajón, sabe lo que pesa el muerto."
Solo quien lleva la responsabilidad o el peso de una situación conoce de primera mano lo difícil que puede ser enfrentarla.

"Al que no lleva la carga, le parece que no pesa."
Quienes no están inmersos en un problema tienden a minimizar su gravedad, pues no sienten el esfuerzo que implica afrontarlo.

"Cada uno delira, con su propia fiebre."
Las personas actúan y se equivocan influenciadas por sus propias pasiones y conflictos internos, perdiendo a veces la objetividad.

"El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra (Evangelio)".
Este dicho invita a no juzgar a los demás, ya que todos somos susceptibles de cometer errores o faltas.

"Al miserable y al pobre, todo les cuesta el doble."
Para quienes ya sufren o carecen de recursos, cualquier dificultad se siente de manera mucho más aguda.

"Cada cual siente, su propia hambre."
Cada persona es más sensible a sus propias necesidades y carencias, lo que puede limitar la empatía hacia las dificultades de los demás.

"Lo que no puedes tú, no lo esperes de otro."
No es justo exigir a los demás aquello que a uno mismo le falta o que se considera inalcanzable.

"No hay pecado que otro haya cometido, que yo no pueda cometer (S. Agustín)".
Se reconoce la vulnerabilidad humana: todos estamos en condiciones de equivocarnos o pecar, lo que invita a la humildad ya evitar el juicio.

"Cuando el corazón se hace oír, la dureza retrocede."
La compasión y la sensibilidad pueden suavizar actitudes rígidas y frías, permitiendo una mayor comprensión y empatía.


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