DECORO


Virtud que modera el modo de vestirse o presentarse ante los otros. El que guarda decoro, se muestra natural, modesto y sencillo, sin dejar de ser bello, creativo y significativo. La virtud del decoro intenta agradar a los demás con moderación.
Se le opone por exceso la vanagloria, la ostentación, la impudicia…, por defecto, la negligencia. La negligencia no pone el empeño o cuidado necesario en los vestidos. En los vicios contrarios, el cuidado es excesivo. Cuando la intención es seducir a quien no se debe, hablamos de impudicia. La vanagloria, vanidad u ostentación, pretende exaltarse o agradar desordenadamente los otros. El lujo o egoísmo utiliza demasiadas riquezas donde no debe, con indiferencia y crueldad para los que carecen de recursos en la satisfacción de sus necesidades básicas. Por la simulación se quiere representar exteriormente lo que no se es.

REFRANES SOBRE EL DECORO Y SUS VICIOS

El vestido hace al hombre.
Este dicho resalta la importancia de la apariencia, sugiriendo que la manera en que nos vestimos influye en la percepción que los demás tienen de nosotros, afectando nuestro prestigio y las oportunidades que se nos presentan.

Gran cosa es mostrarse siempre tal cual se es (Séneca).
Según Séneca, es una virtud ser auténtica. Presentarse sin artificios y con honestidad interior es un valor superior al mero cuidado externo, pues la verdadera grandeza reside en la integridad personal.

Como te ven te tratan.
Este refrán enfatizará que la primera impresión es crucial: la forma en que los demás nos perciben—por nuestra puerta, apariencia y actitud—determina el trato que recibimos en nuestras relaciones personales y profesionales.

El aspecto sencillo, cuadra con los hombres (Ovidio).
Ovidio nos recuerda que la modestia y la sencillez en el aspecto son cualidades que armonizan con la naturaleza humana. No se necesita ostentación para ganarse el respeto; A menudo, la simplicidad es sinónimo de elegancia y autenticidad.

Nadie mal vestido es bien tratado.
Este dicho advierte que descuidar la apariencia puede llevar a ser juzgado negativamente. La forma en que nos presentamos puede influir en el respeto y la consideración que recibimos de los demás.

El distraído considera sabio al necio bien vestido.
Aquí se critica la tendencia de juzgar superficialmente. Quien no profundiza en el carácter de las personas puede equivocarse al atribuir sabiduría a quien simplemente luce bien, ignorando que la verdadera sabiduría no se mide por la apariencia.

Es propio del necio estimar a un hombre por su vestido o condición.
Este refrán señala que es insensato valorar a alguien únicamente por su apariencia o estatus social, ya que dichos criterios son superficiales. La verdadera valoración debe basarse en el carácter, la conducta y las virtudes internas.

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