SOBRIEDAD: Es la virtud que modera el placer de las bebidas alcohólicas
(Cf. II-II, 149). Su fin es el de conservar al uso pleno de la razón, que es
impedido por los excesos de este tipo de bebidas[1].
Tengan la moderación y la sobriedad necesarias para
orar (I Tim 3, 2).
Vicio contrario
A la sobriedad se opone la embriaguez, que desea y consume
desordenadamente bebidas alcohólicas (Cf. II-II, 150). El uso excesivo de
bebidas alcohólicas tiene como consecuencia la falta de control sobre la razón
(Cf. II-II, 150, 1)[2].
“Ningún manjar ni bebida son ilícitos
por sí mismos, ya que el Señor dice en Mt 15,11: Nada de lo que entra
por la boca mancha al hombre. Luego el beber vino, en sí mismo, no es
ilícito.
Ahora bien: puede hacerse ilícito
accidentalmente, bien sea por la
disposición de quien lo bebe, que resulta fácilmente afectado por él, o bien porque ha hecho voto de no
beberlo, o por el modo de beberlo,
si se excede en la cantidad. También
podría resultar malo el beberlo cuando sirve de escándalo a otros” (II-II, 149,
3, c).
Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de
excesos en la comida y en la bebida (Rom 13, 13).
[1] “La sobriedad es más necesaria en
algunas personas para realizar sus propias acciones. El vino, por su parte, si
se toma sin moderación, impide el funcionamiento de la razón. Por eso se
recomienda la sobriedad, de un modo especial, a los ancianos, cuya inteligencia conviene que esté despierta para
enseñar a los demás; a los obispos y
demás miembros de la
Iglesia , que deben realizar su labor espiritual con una mente
devota, y a los reyes, que deben
gobernar a su pueblo sabiamente” (Cf. II-II, 149, 4, c).
[2] “El pecado de embriaguez consiste… en el
uso y la deseo del vino sin moderación. Esto puede suceder de tres modos. En primer lugar, cuando uno no sabe que la
bebida es inmoderada y capaz de emborrachar, en cuyo caso puede darse la
embriaguez sin existir pecado, tal como ya dijimos. En segundo lugar, cuando se sabe que es una bebida inmoderada, pero no
se sabe que pueda emborrachar, y en ese caso la embriaguez es pecado venial. Y,
en tercer lugar, puede suceder que
se sepa perfectamente que la bebida es inmoderada y puede emborrachar, pero
prefiere emborracharse a privarse de la bebida. Este tercero es el que incurre
en embriaguez. Así tomada, la embriaguez es pecado mortal, porque en este caso
el hombre se priva conscientemente del uso de su razón, que le hace practicar
la virtud y apartarse del pecado” (II-II, 150, 2, c).
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