miércoles, 30 de enero de 2019

AFABILIDAD


AFABILIDAD: Es la virtud que ordena el comportamiento entre las personas en la vida social ordinaria y cotidiana (Cf. II-II, 114). Es una amistad o amor general para con todos. “Se manifiesta en signos externos de palabra o de obra, que uno exhibe incluso a extraños y desconocidos” (II-II, 114, 1, rta 2). La afabilidad “guarda las normas de decoro en el trato cotidiano de los hombres” (II-II, 114, 1, rta 1); se muestra con rostro jovial en la convivencia; hace la vida agradable a los que viven con uno (Cf. II-II, 114, 1, rta3). Es también llamada cortesía, decencia, buena educación, cordialidad.
La afabilidad busca agradar y alegrar al otro, y teme entristecerlo (Cf. II-II, 114, 1, obj 3). “Así como el hombre no podría vivir en sociedad sin la verdad, tampoco sin alegría, porque, según Aristóteles…. Nadie puede convivir todo un día con una persona triste o desagradable. Por tanto, el hombre está obligado por un cierto deber natural de honestidad a convivir afablemente con los demás” (II-II, 114, 2, rta 1).
Algunas veces la afabilidad “quiere agradar a otro con elogios para que no se abata en las dificultades, o también, para que intente progresar en el bien…o para aumentar su caridad y para que pueda avanzar espiritualmente” (II-II, 115, 1, rta 1).

¡Que bueno y deleitable,  convivir los hermanos unidos! (Salmo 132, 1)

Los vicios
A la afabilidad se opone por exceso la adulación, y por defecto el litigio.
La adulación intenta agradar desordenadamente al otro. No siempre y en todo se debe ser afable con los otros. No se debe intentar agradar para obtener algún beneficio (Cf. II-II, 115, 1), ni en las cosas que no se sabe si son ciertas (Cf. II-II, 115, 1 rta 1); tampoco se debe alabar el pecado de alguno (Cf. II-II, 115, 2, c). La afabilidad “no tiene reparo en entristecer, cuando es necesario, para conseguir un bien o evitar un mal” (II-II, 115, 1, c).

Si quisiera agradar a los hombres, no sería servidor de Cristo (Gál 1, 10). 

            El litigio, en cambio, consiste en contradecir, entristecer, o causar disgusto a los otros, intencionalmente, y sin reparo alguno (Cf. II-II, 116). El litigio es más grave cuando “se quiere negar la verdad o poner en ridículo al contrario” (II-II, 116, 2, c).

El que sirve al Señor, no debe tomar parte en las peleas (II Tim 2, 24).


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