VERACIDAD: Es la virtud por la que se dice o manifiesta la verdad en sí
mismo y sobre sí mismo, ni más ni menos de lo que uno es o tiene, en el tiempo
y modo correcto (Cf. II-II, 109, 1). Se distingue la realidad interior de los
signos que manifiestan esta realidad. La veracidad consiste en la
correspondencia entre lo uno y lo otro.
“¡Dios! Acuérdate, te
suplico, de que viví en tu presencia en verdad y con corazón perfecto”( Is
38, 3)
Vicios contrarios
A la veracidad se opone en primer lugar la mentira. Esta es una enunciación de palabras falsas con la
intención de engañar al otro (Cf. II-II, 110, 1). Para que existe
verdaderamente la mentira deben darse tres condiciones: “la enunciación de algo
falso, la voluntad de decir lo que es falso, y la intención de engañar” (II-II,
110, 1, cpo). La mentira existe propiamente con la voluntad de decir algo
falso, ya que “si uno enuncia algo falso creyendo que lo que dice es verdad,
habrá en ello falsedad material, no formal, porque no se tenía intención de
decir nada falso… pero quién dice una falsedad con voluntad de decirla, aunque
resulte que lo que dice es verdad, su acto en cuanto voluntario y moral es
falso” (II-II, 110, 1, cpo).
La mentira puede clasificarse de distintos modos (Cf. II-II, 110,
2). De modo esencial, tenemos la mentira por exceso, la jactancia, y la mentira
por defecto, la falsa humildad o ironía. Según el fin intentado, de modo
general, tenemos la mentira perniciosa, por la que se miente para perjudicar a
otro; la mentira jocosa, y la mentira
oficiosa, con la que se intenta ayudar a otro….
La mentira es mala en sí misma. Su intención y circunstancias solo
agravan o disminuyen su gravedad (“La mentira es mala por naturaleza, por ser
un acto que recae sobre materia indebida, pues siendo las palabras signos
naturales de las ideas, es antinatural e indebido significar con palabras lo
que no se piensa”; II-II, 110, 3, cpo).
“Hay dos clases de
mentira que no constituyen culpa grave, lo que no quiere decir que no haya
culpa: tienen lugar cuando bromeamos o mentimos en beneficio del prójimo” (San
Agustín, Enarr. In Psal. Ps. 5, ).
A la veracidad se opone también la simulación. Podemos contrariar la veracidad con palabras o con
obras. Cuando contrariamos la veracidad con palabras, tenemos la mentira;
cuando contrariamos la veracidad con obras, tenemos la simulación. “Así como se
opone a la verdad el que uno diga una cosas y piense otra, que es lo que
constituye la mentira, así también se le opone el que uno dé a entender con
acciones u otras cosas acerca de su persona lo contrario de lo que hay, que es
a lo que propiamente llamados simulación… (la simulación) es una mentira
expresada con hechos o cosas” (II-II, 111, 1 cpo).
Distinguimos en la simulación (como en la mentira) el fin próximo
del fin remoto (Cf. II-II, 111, 3, rta 3). El fin próximo es el propio del
vicio: el manifestarse de modo distinto a lo que se es. Y en cuanto vicio se
busca y gozo en sí mismo. El fin remoto puede ser múltiple: el lucro, la
gloria…
Como partes de la mentira y
la simulación tenemos por exceso, la jactancia, y por defecto, la falsa
humildad o ironía (que no significa aquí el decir lo contrario de lo que se
quiere dar a entender).
Por la jactancia “el
hombre se ensalza a sí mismo con sus palabras… por encima de lo que se es. Esto
sucede de dos modos: uno, cuando se habla de uno mismo no exagerando su valor
personal, sino sobreestimando la opinión que se tiene de él… Otra, cuando uno
se excede al hablar de sí mismo por encima de lo que realmente vale” (II-II,
112, 1, cpo). Algunas veces la jactancia se realiza sin motivo, otras por
gloria, honor, dinero… (Cf. II-II, 112, 2, rta 3).
“Si quisiera gloriarme,
no sería un necio, porque diría la verdad; pero me abstengo de hacerlo para que
nadie se forme de mí una idea superior a la que ve o me oye decir” (II
Cor 12, 6).
Por la ironía el hombre se rebaja a sí mismo con mentira.
Esto sucede, por ejemplo, “cuando se afirma la existencia de un defecto que no
se posee, o cuando se niega una cualidad sabiendo que se tiene” (II-II, 113, 1,
cpo). Pero es posible rebajarse a sí mismo conservando la verdad; por ejemplo
“cuando se callan cualidades importante que hay en uno y se descubren o
manifiestan pequeños defectos cuya existencia se admite” (II-II, 113, 1, cpo).
“Hay quién va encorvado y
enlutado, pero en su interior está lleno de engaño” (Eclo
19, 23).
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