ESTUDIOSIDAD: Es la virtud que modera el deseo de conocer (Cf. II-II, 166).
Realiza dos cosas principalmente: primero,
refrenar y ordenar el deseo excesivo de conocimiento; segundo, estimular este deseo cuando es indeficiente[1].
Toda sabiduría viene de Dios,
y está con él para siempre (Eclo 1, 1).
Los vicios contrarios
A la estudiosidad se opone por exceso, la curiosidad, y por
defecto, la negligencia.
La curiosidad es un
deseo desordenado de conocimiento (Cf. II-II, 167). El deseo de conocimiento
puede ser desordenado por distintos motivos. En cuanto al fin buscado, cuando se busca el conocimiento para ensoberbecerse o
para pecar. En cuanto al mismo deseo
desordenado: “cuando por el estudio de lo menos útil uno se retrae del estudio
más necesario… cuando uno se afana por aprender de quién no debe… deseando
conocer la verdad sobre las creaturas sin ordenarlo a su debido fin, es decir,
al conocimiento de Dios…” (II-II, 167, 1, c).
La curiosidad se dirige principalmente al conocimiento de lo
sensible. Su atención se detiene en cosas vanas o con intenciones malas, como
en la contemplación de las mujeres para desearlas, o en la vida de los otros
para denigrarlos o menospreciarlos. La curiosidad busca principalmente el
conocimiento que satisfaga su sensualidad.
El conocimiento llena de
orgullo, mientras que el amor edifica (I Cor 8, 1).
El defecto de la
curiosidad es la negligencia o pereza,
por la que se evita el conocimiento de la verdad por el trabajo y esfuerza que
implica.
[1] “Por parte del alma, el hombre se inclina a desear conocer las cosas, y por eso le
conviene refrenar este apetito, para no desear ese conocimiento de un modo
inmoderado. Pero por parte de su naturaleza
corpórea, el hombre tiende a evitar el trabajo de buscar la ciencia…
respecto de lo segundo, el mérito de esta virtud consiste en estimular con
vehemencia a participar de la ciencia de las cosas…” (II-II, 166, 2, rta 3).
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